martes, agosto 18, 2009



EDITORIAL Boletín Junio-Julio.
2009.

Resulta preocupante como los medios de comunicación y especialmente la televisión, logran desvirtuar la realidad respecto de las problemáticas que viven los niños y niñas de nuestro país, poniendo los énfasis en aquellas cosas que no resultan ser las más significativas si deseamos verdaderamente incidir en los cambios o iniciar procesos que la modifiquen en su favor.

Por estos días, nuevamente, se pone en el tapete desde la prensa la necesidad de que la sociedad se proteja de estos “pequeños delincuentes” que ya desde temprana edad inician su transitar por los delitos, mostrando cada vez mayor violencia en sus actos. Se estigmatiza y ejemplifica con algunos de ellos y ellas por nombrar algunas que se vienen a la memoria mencionaremos a las niñas arañas, y el hoy ya “célebre” y “popular” “Cisarro”, casos en los que no se escatiman recursos para estrujarlos, escudriñar sin tapujos en su vida familiar y haciendo uso de cualquier artimaña para captar el interés del público y generar una sensación de “verdaderos demonios” que deben permanecer encerrados ya que representan un peligro para la sociedad.

Hasta ahora, la tendencia ha sido culpabilizar e individualizar lo incorrecto, estableciendo verdaderos ritos ejemplificadores con casos puntuales o verdaderos símbolos, como una forma de limpiarnos de nuestras culpas. Recordemos que El Comité de las Naciones Unidas, durante tres periodos consecutivos, recomienda al Estado de Chile que establezca un mecanismo nacional con el mandato de garantizar la supervisión y evaluación constante de la aplicación de la Convención. y todavía no existe en nuestro país una institución nacional de derechos humanos independiente, que pueda ofrecer un mecanismo de denuncia y reparación accesible a los niños y niñas, que asegure que tanto los niños como los adolescentes sean escuchados en sus demandas y que las mismas sean tomadas en cuenta con seriedad, fomentando el respeto hacia las ideas y experiencias de los niños y jóvenes, para que éstos sean visualizados por la sociedad como sujetos plenos de derechos. Paradojalmente, nuestro país si cuenta con una ley de responsabilidad penal juvenil, dejando una vez más esta sensación de priorización del castigo en desmedro de una satisfactoria protección. Traemos la cultura del castigo y de la sanción.

Nuestra Sociedad permanece altamente segmentada, y los medios de comunicación generan necesidades que en los grupos familiares de los sectores más vulnerados la mayoría de las veces no pueden ser cubiertas, sino es a través de acciones que los expone a situaciones de conflicto con la justicia. El contexto social precario, el estigma, los ambientes a los que se han visto expuestos los niños y niñas hace que los parámetros de relación que ellos y ellas establecen no sean otros, sino el de constante conflicto con la justicia.

Cabe preguntarse ¿qué ha hecho la sociedad chilena, que no sea reprimir y castigarlos a ellos/ellas y sus familias?, ¿Qué apuesta verdadera se hace con ellos y con sus padres, para restituirles derechos e iniciar procesos que dignifiquen sus vidas? Llama la atención que justamente ahora vengan a preocuparse de la situación de los/as niñas y niños y que se esté planteando por parte del estado la necesidad de una ley de protección de la infancia y adolescencia cuando reiteradamente se le ha sugerido al Estado de Chile implementarla. Es raro por lo menos pensar que esto no es el resultado de lo ocurrido y que no responde a una situación mediática. Ojala esta voluntad perdure hasta que efectivamente podamos asumir el rol de garantes de los derechos con la promulgación de una legislación de protección de los niños y niñas y que no se diluya una vez que la prensa abandone la temática. Ojala que en la generación de una política de Estado, la Red social, los propios niños y niñas y las instituciones que trabajan y se coordinan con los niños/as tengan un rol protagónico que asegure una buena ley de protección que de pie a un cambio de paradigma respecto de cómo se mira y se reconoce a los niños y las niñas de nuestro país. Tal vez sea una buena forma de iniciar la celebración de los 20 años de la ratificación de la convención de sus derechos y una buena forma de festejar el tan difundido día del niño.


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